El Premio Cervantes es el máximo galardón para la literatura en castellano otorgado por el gobierno de España, y este año lo recibe la mexicana Elena Poniatowska.
Hace algunos años, recibimos en la universidad la tarea -rarísima- de hacer un trabajo en equipo cuyo objetivo principal era "conocernos bien, pasear y tomar un café, hablar de literatura hispanoamericana, ir a una librería de viejo, comprar una novela hispanoamericana publicada después del año 2000, leerla, comentarla y enseñársela a los compañeros de clase".
Como la única latinoamericana en el equipo ejercí la moción de censura e impuse la novela (no sin algo de debate), escogí a Elena Poniatowska por su excéntrico nombre, era mexicana descendiente de polacos, era sobrina de la poeta Pita Amor, y me parecía guapa. Así de superflua es a veces la elección de un libro. Pocas veces es acertada (en este caso, lamento decir que no lo fue).
El paseo supuesto entre compañeros, el delicioso café con leche en la Plaza Mayor, la librería de viejo, en fin, culminaron con la elección arbitraria de cualquier novela de "la Poni" publicada después del 2000, y escogimos la que fue galardonada con el Premio Alfaguara. Una atrocidad.
El protagonista de la novela es un descendiente lejano del Meursault de Camus (El extranjero) venido a menos, que vive con las viejas glorias del abuelo existencialista que ya no existe, ni en México, ni en el pueblo donde él se centra en sus locura científicas, ni rodeado de perros y teniendo sexo sin sentimientos con mujeres bellas, haciéndose el teporocho, incapaz de sentir amor jamás.
Y jamás olvidaré una frase que cito con frecuencia para referirme a literatura mal escrita (junto con otra de Roberto Bolaño) y sonaba más o menos así: "Mientras que todos hacían cola para entrar, el perro se formó detrás, pero él ya tenía su propia cola". Era un juego de palabras tremendo, horroroso y ciertamente indigno, que en nuestro país tiene sólo un representante:
En fin, indigno. Vergüenza me da.
No debe juzgarse la obra entera de un autor en base a una novela, ni aunque ese juego de palabras nos haga pensar en una inclinación del autor que fácilmente debe repetirse (se me ocurre "Se sentó en el banco a esperar, parecido a como lo había hecho su tío millonario sobre el Banco Santander, con todos sus millones"Buah.)
Sin duda se merece el Premio Cervantes (para mí porque es mexicana, es escritora, tiene un apellido bonito y ojos azules, y es sobrina de Pita Amor), pero recuerdo otros Premios Cervantes de los que he leído sólo una obra, así como con la Poniatowska, y que lo tienen merecido por esa novela, por una frase, y por un personaje.
A decisiones superficiales, críticas superficiales. Seguro todo es culpa mía.
-------------------
Me autorecomiendo su obra más célebre: Hasta no verte, Jesús mío, que tiene un título precioso y me engaña a leerla con una cierta admiración ya predispuesta.
Y ahora, a la lista de cosas que tiene la Poniatowska, tiene un Cervantes. Hombre, como para no leerla. ¿Eh?
Hace algunos años, recibimos en la universidad la tarea -rarísima- de hacer un trabajo en equipo cuyo objetivo principal era "conocernos bien, pasear y tomar un café, hablar de literatura hispanoamericana, ir a una librería de viejo, comprar una novela hispanoamericana publicada después del año 2000, leerla, comentarla y enseñársela a los compañeros de clase".
Como la única latinoamericana en el equipo ejercí la moción de censura e impuse la novela (no sin algo de debate), escogí a Elena Poniatowska por su excéntrico nombre, era mexicana descendiente de polacos, era sobrina de la poeta Pita Amor, y me parecía guapa. Así de superflua es a veces la elección de un libro. Pocas veces es acertada (en este caso, lamento decir que no lo fue).
El paseo supuesto entre compañeros, el delicioso café con leche en la Plaza Mayor, la librería de viejo, en fin, culminaron con la elección arbitraria de cualquier novela de "la Poni" publicada después del 2000, y escogimos la que fue galardonada con el Premio Alfaguara. Una atrocidad.
El protagonista de la novela es un descendiente lejano del Meursault de Camus (El extranjero) venido a menos, que vive con las viejas glorias del abuelo existencialista que ya no existe, ni en México, ni en el pueblo donde él se centra en sus locura científicas, ni rodeado de perros y teniendo sexo sin sentimientos con mujeres bellas, haciéndose el teporocho, incapaz de sentir amor jamás.
Y jamás olvidaré una frase que cito con frecuencia para referirme a literatura mal escrita (junto con otra de Roberto Bolaño) y sonaba más o menos así: "Mientras que todos hacían cola para entrar, el perro se formó detrás, pero él ya tenía su propia cola". Era un juego de palabras tremendo, horroroso y ciertamente indigno, que en nuestro país tiene sólo un representante:
En fin, indigno. Vergüenza me da.
No debe juzgarse la obra entera de un autor en base a una novela, ni aunque ese juego de palabras nos haga pensar en una inclinación del autor que fácilmente debe repetirse (se me ocurre "Se sentó en el banco a esperar, parecido a como lo había hecho su tío millonario sobre el Banco Santander, con todos sus millones"Buah.)
Sin duda se merece el Premio Cervantes (para mí porque es mexicana, es escritora, tiene un apellido bonito y ojos azules, y es sobrina de Pita Amor), pero recuerdo otros Premios Cervantes de los que he leído sólo una obra, así como con la Poniatowska, y que lo tienen merecido por esa novela, por una frase, y por un personaje.
A decisiones superficiales, críticas superficiales. Seguro todo es culpa mía.
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Me autorecomiendo su obra más célebre: Hasta no verte, Jesús mío, que tiene un título precioso y me engaña a leerla con una cierta admiración ya predispuesta.
Y ahora, a la lista de cosas que tiene la Poniatowska, tiene un Cervantes. Hombre, como para no leerla. ¿Eh?
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